VÍDEO

Para la narración de esta quinta entrega de nuestra sección Yo estuve allí, Fernando Castro vuelve la vista a su infancia, una vez más, en esta elaboración de breves relatos históricos de sucesos, eventos y peripecias del mundo del arte contemporáneo y de la historia del arte (no solo contemporánea sino de cualquier periodo). En esta ocasión, esta vuelta atrás, este retorno al pasado infantil, donde también aparece aquel cuatro latas que le llevó a “La Californie” a conocer a Pablo Picasso (como se cuenta con todo lujo de detalles en el vídeo Yo estuve allí: al encuentro de Pablo Picasso), centra su atención en una serie de eventos acontecidos en varias ubicaciones: entre su casa de Plasencia, el colegio Alfonso VIII, al que acudió de pequeño, y la ciudad de Toledo, a donde realiza una excursión imprevista. Los protagonistas de esta historia son varios: el que fuera su profesor, Don Sebastián (quien fuera además tiempo atrás, según asegura Fernando, sargento del ejército español), por supuesto, el propio Fernando Castro y, de nuevo, su padre.

Esta “anécdota infantil”, tal y como la cataloga Fernando, comienza cuando un niño, un día cualquiera de clase, leyendo el libro de texto, mostró la imagen de un cuadro que no era otro que El entierro del conde de Orgaz, del Greco (cuadro que Fernando concibe como «una de las obras referenciales de la historia del arte; esa historia del arte en la que los personajes casi se están explicando y hablándonos en lenguaje de signos»). Para su asombro, Fernando Castro en seguida se dio cuenta de que su familia era poseedora de ese mismo cuadro y así lo hizo saber en clase (“yo tengo ese cuadro, ese cuadro es mío”, clamó en voz alta), ante lo que el profesor, Don Sebastián, reaccionó negando tajantemente dicha posibilidad y humillando de paso al pequeño Fernando delante de toda la clase.

En cambio, Fernando Castro no se achantó y se mantuvo en sus trece, asegurando ser poseedor de la obra incluida en el libro de texto. En este Yo estuve allí que a continuación puede visionarse, Fernando Castro narra todos los sucesos que acontecieron cuando este llevó a clase lo que él estaba convencido que era la obra original de El entierro del conde Orgaz de El Greco, así como realiza una breve reflexión sobre el tiempo de percepción de las obras de arte y el estado actual de la experiencia estética en los museos. Para animar al que todavía pueda hallarse dudoso de si visualizar el vídeo-relato de Fernando, añadir que la narración, más allá de lo anticipado, incluye —entre otras cosas—, aplausos, insultos, varios bocatas de jamón serrano, una cantimplora de los boys scouts y una contemplación dilatada. Tomen asiento y disfruten.