VÍDEO

Este es un texto más que especial de la sección de VÍDEO. Y no solo porque aborda desde sus orígenes la naturaleza e impacto de la Feria ARCO, que abrirá próximamente sus puertas, sino sobre todo porque toma como punto de partida una trilogía de vídeos realizados expresamente para EXIT cuyo protagonista es el crítico de arte, profesor, escritor, esteta y comisario de un sinfín de exposiciones Fernando Castro Flórez. Además, con este artículo queremos igualmente anunciar algo muy importante: una nueva sección —que integrará la nueva web de EXIT—, protagonizada por Fernando Castro y titulada YO ESTUVE ALLÍ. Tal y como indica el propio Fernando al inicio del primero de los vídeos que compondrán esta sección y que ahora adelantamos, YO ESTUVE ALLÍ es “un título un tanto pretencioso, porque que pudiera parecer que soy el testigo privilegiado de acontecimientos que nadie más ha tenido la oportunidad de conocer o no pudo asistir”.

Nada más lejos de la realidad, Fernando Castro comentará, en un tono al mismo tiempo lúdico y anecdótico, pero también certero y crítico, eventos concretos de la historia de la arte (no solo contemporánea sino de cualquier periodo) de los que participó como espectador y/o partícipe in situ, y que narra en esta serie de vídeos lo mejor que su memoria y retórica se lo permite —lo cual es, todo sea dicho, un ejercicio prodigioso y fascinante en el caso de Fernando Castro, digno de admiración sin lugar a dudas—, o de los que es gran conocedor, y que nos relata a modo de fábula o breve cuento, para dar a conocer este o aquel suceso específico, por raro, singular o desconocido —trátese este de una exposición, una bienal, una tropelía artística, un escándalo, un punto de inflexión en la historia del arte, un acontecimiento para la mayoría ignoto o un momento digno de revisitar bajo su enfoque personal—. Sea como fuere, YO ESTUVE ALLÍ, nos viene a decir Fernando, “no es, como pudiera parecer, un ejercicio de narcisismo o un egotrip; no es tampoco en ningún caso una suerte de retórica de la nostalgia, o la evocación absolutamente reaccionaria de que todo tiempo pasado fue mejor […]”. Muy al contrario de cualquiera de estas consideraciones, Fernando Castro explica que “YO ESTUVE ALLÍ consiste en una aproximación absolutamente diletante y, en algún sentido, divertida (o, espero, diferente a lo convencional) a algunos sucesos y a algunos eventos y peripecias del mundo del arte en los que, de una forma u otra, me he visto envuelto o que he contemplado como un espectador, sin pena ni miedo”.

 

DAR EN LA DIANA: LOS ORÍGENES DE ARCO

Sin pena ni miedo, pero quizás sí con algo de aquel entusiasmo propio de la década de los ochenta, Fernando Castro vivió el inicio de ARCO en el año 1982 como un evento que parecía prometer la gran panacea; como el bálsamo y fármaco para todas las enfermedades —para sublimar todos los conflictos sociales—; como la materialización cultural de la apertura de España a otros horizontes de creación inexplorados en un contexto tardofranquista, recién salidos de una dictadura, cuando en realidad este hito únicamente demostraba la voluntad clara y directa voluntad de enmascarar la ausencia de cualquier otro proyecto político que no fuera la neoliberalización de nuestro país. Extático y esperanzador, con la expectativa de recibir de fuertes conmociones y descubrimientos, Fernando Castro visitaba en 1982 la feria de arte contemporáneo que se ha convertido en el evento (mercantil) artístico-cultural más importante en nuestro país y que, desde aquel año hasta la actualidad, se da cita en el mes de febrero, ahora tomando como lugar de celebración IFEMA, pero previamente ocupando otras instalaciones, como el antiguo Palacio de Exposiciones de la Castellana (frente al Estadio Santiago Bernabéu) o la Casa de Campo. Poniéndonos un poco en el contexto de su gestación, Fernando Castro nos explica que ARCO nació en un momento muy específico, “cuando en Madrid soplaban o se expandían los vapores y los vientos de la movida madrileña”. También, apunta que “aquella primera edición estuvo capitaneada —organizada— por Juana de Aizpuru, a la que le cayó el sobrenombre de Juan de Arco”.

 

 

A lo largo del vídeo, Fernando Castro narra, como si de una fábula fantástica se tratara, la fauna y flora que encontró durante aquella primera edición de ARCO, así como los aromas y vapores que se podían respirar en ese entorno, marcado por la ilusión, el desconcierto y el desenfreno. Finalmente, el filósofo placentino asegura en este primer vídeo creer haber escuchado en aquel primer ARCO (feria que estos días cumple su edición nº 41) aquel himno generacional de Radio Futura, que decía: “yo caí enamorado de la moda juvenil, de los chicos, de las chicas, de los maniquís”, y confirma que, en efecto, “allí había bastante maniquí y, sobre todo, había mucha cresta un tanto intempestiva, pero sobre todo había ese momento en el que la ciudad hacía POP y todo el mundo necesitaba apuntarse a las cuestiones artísticas”. Sin lugar a dudas, acaba por confirmar Fernando Castro, ARCO nace en un contexto apropiado para su florecimiento: “parece que aquello dio en la diana oportuna”.

 

Juana de Aizpuru, Alfonso Guerra y Adrián Piera en 1983. CORTESÍA AIZPURU

Juana de Aizpuru, Alfonso Guerra y Adrián Piera en 1983. CORTESÍA AIZPURU

 

ESPERANDO LA EPIFANÍA

Después de un primer vídeo en el que Fernando Castro nos pone en contexto y nos introduce con sus consideraciones lúdico-reflexivas en esa primera edición de ARCO, el segundo vídeo parte de una pregunta, que se desgrana en los siguientes interrogantes: “¿para qué íbamos en aquellos primeros años a la Feria de ARCO? ¿Y qué es lo que esperaba un visitante? Y, sobre todo, ¿por qué se daba aquella extraña y singular circunstancia de que, en las provincias más lejanas, en los pueblos más recónditos de España, se estuvieran congregando los culturetas del lugar incluso para fletar un autobús para acercarse a ARCO?”. De esta forma, Fernando no se pregunta por otra cosa que por el furor y fervor desmedido originado por ARCO en sus inicios, extendido más allá de la agitada capital madrileña hacia el resto de comunidades autónomas y regiones. ¿Qué había tras aquel apogeo de excitación y ansias desbordadas?, se pregunta. Una primera tentativa de explicación le lleva a proponer que quizás, en aquel contexto de transición político-cultural, “todo el mundo quería poner el reloj en hora y sentía una imperiosa necesidad de quitarse la caspa posfranquista o tardofranquista para apuntarse a cualquier cosa, aunque fuera la gran tontería de la movida. Y, por lo tanto, por qué no acudir a la gran celebración del arte contemporáneo”.

 

 

A pesar de las críticas vertidas, Fernando Castro no niega haber acudido por aquel entonces a ARCO con una actitud extasiada y anhelante, celebratoria y extática, “esperando la epifanía, esperando la iluminación súbita”, según él mismo explica. Pero pareciera que aquella revelación repentina se hacía de rogar, o no se presentaba de ninguna forma, o, en todo caso, se experimentaba bajo la apariencia caótica y casi esquizofrénica de una diversidad de objetos artísticos de naturaleza radicalmente distinta y, en muchas ocasiones, manifiestamente contraria. Esta hidra policéfala, de infinitas cabezas y bajo la monstruosa composición de lo variopinto inconexo, se expandía afortunadamente en ciertos casos más allá del informalismo convencional. Reunía, por ejemplo —como nos cuenta de manera anecdótica e ilustrativa Fernando Castro—, una serie de fotografías de César Manrique junto a una instalación de Wolf Vostel, generando así un espacio (ferial) propicio para la desorientación y la ininteligibilidad, donde confluía la incomprensión y el susto, el extrañamiento y lo inhóspito, pero también la alabanza, la sorpresa y la absoluta fascinación por lo desconocido. A todo ello se refiere Fernando al final del vídeo cuando explica que “ese contraste entre posturas artísticas y entre formas de concebirse al artista y a sus productos, esto es, las obras de arte, era tremendamente manifiesto (o era absolutamente paradójico) en la forma en la que se manifestaba ante nuestra mirada, que tenía la apariencia de una cornucopia en la que se te administraba todo al mismo tiempo, lo que dificultaba cualquier tipo de digestión”.

 

Segunda edición de ARCO (1983)

Segunda edición de ARCO (1983)

 

ARCO ERGO SUM

Finalmente, en este último vídeo de la trilogía dedicada a ARCO con la que arranca la sección de la próxima web YO ESTUVE ALLÍ, Fernando Castro se aventura a trazar una ontología de ARCO, a esbozar un sentido y razón de ser de esta feria de arte contemporáneo, a delimitar y exponer su forma de existir, así como también la de los creadores y expertos del mundillo del arte con respecto a este icónico evento anual, es decir, a analizar “las reglas primigenias de la conformación del espacio institucional de todo aquello que es ferial”. A este respecto, Fernando entiende que todas las fórmulas de comprensión del sujeto en el contexto del mundo del arte han quedado obsoletas y sobrepasadas por la única prueba de existencia, por el único argumento ontológico que tiene plausibilidad: ARCO ERGO SUM, es decir, estoy (o incluso soy, mucho mejor) en ARCO luego existo. O como lo traduce él mismo: “si no estás en ARCO, sencillamente es que no existes”. Con esta formulación categórica, apela a todas esas almas inánimes, a todos aquellos artistas que durante décadas se han dedicado a penar por el espacio ferial de ARCO como lastímeras plañideras, entristecidos e incluso compungidos por no estar en ARCO, a pesar de hallarse presentes en cuerpo, es decir, físicamente. Sin lugar a dudas, aquello que ha quitado el sueño a muchos artistas ha sido el ninguneo de ARCO hacia su obra y figura, lo que, según Fernando, viene a suponer su más pura inexistencia, su nadear heideggeriano: la transformación del creador desquiciado en un agujero negro ontológico. A modo de corolario, y tratando de dar respuesta al porqué del nacimiento e impregnación de ese ARCO ERGO SUM, Fernando se pregunta: “¿qué es lo que había sucedido para que se produjera este extraño argumento ontológico? Pues sencillamente que habíamos conseguido tragarnos la estupidez de que lo único que tenía importancia, lo único que tenía coherencia y consistencia, […] era ARCO, porque por ahí pasaban todas las cosas, porque era lo único que tenía visos de salir en los periódicos […]. Por tanto, nadie puede negar que, durante muchos años, estar en ARCO era la condición de posibilidad para que entraras en el reino de los santos y la nominación”.

 

 

A decir verdad, también a día de hoy muchos de nosotros conocemos a un “amigo” o conocido, a un artista mindundi o autodenominado curator (a varios de ellos seguramente, en ocasiones multitudes), que pelea sin descanso durante meses para colocar una obra en ARCO, que lucha insaciable practicando el “abracismo” y llevando hasta los límites más insospechados y vergonzosos el amiguismo patrio, con tal de conseguir estar en ARCO, ser parte de ARCO. Aquello de lo que nos habla Fernando Castro de hace décadas no nos suena tan lejano. Así pues, muchos de los episodios de YO ESTUVE ALLÍ nos remitirán a experiencias conocidas (en otros casos, absoluta y totalmente imprevistas), hasta incluso, como ahora sucede, más que habituales y frecuentes, casi familiares, de manera que podrá el espectador de estos vídeos reformular el título de la sección —al identificarse con la experiencia narrada o reconocerse en el lugar de los acontecimientos— y exclamar finalmente: “¡Yo también estuve allí!”.

 

Cortesía de ARCO

ARCO, feria de arte contemporáneo, en IFEMA