Hay pocas artistas que hayan sido capaces de mantener, de cara al gran público, una ambigüedad en su trabajo entre ideas dispares; es el caso de Rosemarie Trockel (Schwerte, Alemania, 1952). Su trayectoria artística, de más de 30 años, se presenta ahora en la Kunthaus Bregenz (Austria). Son famosas sus obras en las que cuestiona la identidad y especialmente la identidad femenina y el feminismo, como sus piezas de lana en los ochenta. El trabajo de Trockel intenta romper las separaciones clásicas entre arte y artesanía, utilizando materiales considerados «no artísticos» como papel o vegetales. Su obra cuestiona conceptos como sexualidad, cultura y producción artística. La abstracción también está presente en su trabajo de alguna manera, como en sus pinturas tejidas, en las que un ordenador genera motivos geométricos y los teje, como en su famosa pieza que imita la bandera estadounidense. La ironía es uno de los elementos fundamentales de su obra, como puede verse en la pieza Máquina de pintar y 56 pinceles, de 1990, donde fabrica pinceles a base de mechones de cabellos de 56 artistas como Cindy Sherman, Georg Baselitz y Barbara Kruger. Ahora se presenta en Suiza la mayor exposición individual de la artista en más de veinte años, intentando aportar nuevas perspectivas sobre su trabajo, diverso, críptico y crítico. Una ocasión de retomar el cuestionamiento de ciertos paradigmas que Trockel intenta dinamitar, como las imágenes, los signos y los mensajes que establece la cultura y la tradición. (Rosemarie Trockel, Kunthaus Bregenz, Austria. Del 24 de enero al 6 de abril de 2015).


Imagen: Rosemarie Trockel. Midsummer, 2013.