Más de 160 obras se han reunido en la Fondation Beyeler para rendir homenaje a uno de los grandes innovadores del siglo XX, el pintor Max Ernst.

Con una vida marcada por el desarraigo y el dolor provocado por los viajes a causa de las guerras mundiales, los encuentros amorosos con algunas de las mujeres más influyentes de la historia del arte reciente (Leonora Carrington, Gala, Peggy Guggenheim o Dorothea Tanning) y el afán constante de desafiar las convenciones y hallar nuevas formas de expresión plástica, Max Ernst logró un corpus de obra que todavía hoy es capaz de sorprender al espectador con sus guiños a la tradición pictórica ocultos tras su estética transgresora y una puesta en escena apabullante.

Sus comienzos como dadaísta rebelde, reconvertido en surrealista convencido años más tarde, y su trayectoria creativa siempre han estado acompañados de sus invenciones: recursos artísticos hoy consolidados pero radicalmente innovadores en la época como por ejemplo el collage, el frottage, la decalcomanía o la oscilación. Procedimientos que acompañaron a sus diferentes estilos y etapas pictóricas en las que el automatismo, la casualidad, lo onírico y lo fantasioso se mantienen como aglutinadores de un imaginario infinito y complejo, inclasificable y único.

Una muestra que, por primera vez desde el fallecimiento del artista en 1976, reúne en Suiza la obra de este influyente artistas. Hasta el 8 de septiembre.

Imagen: Max Ernst. La puberté proche… (Les pléiades), 1921.