Toda la exposición del artista mexicano Mario García Torres (1975) en la Galería Elba Benítez gira en torno a una película de animación en 16mm proyectada sobre una de las paredes de la sala. El título de la película es Xoco, the Kid Who Loved Being Bored (cont), un título que, en un principio, parece describir bastante bien lo que sucede en ella: Xoco es un niño que se aburre, que se aburre todo el rato. Un rato que podría hacerse bastante largo, porque a primera vista el niño no hace prácticamente nada. Pero como es habitual en el trabajo de García Torres, la historia de Xoco es una historia que parece no tener repercusión en quien la descubre, ni tampoco un impacto específico que la pueda resumir. Se trata de una historia que necesita tiempo -todo ese rato que podía parecer largo- y un nuevo ritmo -uno que celebra el propio aburrimiento como forma de resistencia. Además, cualquier historia, por aburrida que sea, puede adquirir sentido y tener repercusión y causar impacto en un contexto determinado -en este caso, el contexto de la galería de arte. Mientras que Xoco parece no hacer nada, a su alrededor puede ocurrir todo.
Por eso García Torres busca en lo descartado y en lo desechado aquello que puede, en el contexto justo, tener sentido. En The Remains of a Never-seen-by-the-artist Animation, una segunda película que se expone en la muestra, a partir de restos encontrados en una sala de montaje, construye un nuevo artefacto que pone el pasado a funcionar en el presente. Esta exposición supone, además de una buena ocasión para acercarse a la obra del artista mexicano, la oportunidad de experimentar ante sus obras los complejos procesos de percepción y de significación del arte, en los que, como él dice, el espectador, el contexto, y todo aquello que rodea una imagen, tienen mucho que decir. Quizá, en el contexto de la galería de arte, mientras que Xoco sigue sin hacer nada, en algún momento, el aburrimiento pueda volverse excitante, o el pasado, novedoso.