La fuerza que puede tener la pintura fue uno de los motivos que llevó a Marlene Dumas (Ciudad del Cabo, 1953) a pintar sin descanso. Podría haberse decantado por otra disciplina, o simplemente no haberse dedicado al arte, teniendo en cuenta que no salió de su casa hasta ir a la universidad. Aislada en la plantación y vinatería familiar, hablando afrikáans, no fue hasta casi los dieciocho años cuando entró en contacto con el inglés y con el resto del mundo. Y ahí su pasión por la pintura ganó la batalla. Ya no se dedicaría más que a pintar «imágenes de segunda mano», como ella dice, tomadas de fotografías o collages, y con una fuerte carga expresiva. Comparada con Francis Bacon en muchas ocasiones, sus obras, altamente psicológicas, exploran temas como la sexualidad, el amor, además de la muerte, temas históricos y cultura popular. Influida, por un lado por su origen africano, y por otro por su marcha con 20 años a Holanda, donde reside desde entonces, el trabajo de Dumas comenzó a destacar a mediados de los 80. No en vano fue reconocida en 2008 como la artista viva más cotizada, al venderse una obra suya por 4 millones de euros. La exposición que presenta ahora en la Tate Modern de Londres incluye desde sus primeras obras a las más recientes. The Image as Burden (la imagen como carga), hace referencia a una pequeña obra suya de 1993 donde un hombre carga un cuerpo sobre sus brazos, cuya cara azulada nos hace pensar en un cadáver. La imagen como carga es la metáfora de la pietá clásica convertida aquí en el trabajo de la artista, siempre expresivo, de una dureza visual evidente. (The Image as Burden, Tate Modern de Londres. Del 5 de febrero al 10 de mayo de 2015).
Imagen: Marlene Dumas. Evil is Banal, 1984.