Tres años después, vuelve la madre de todas las bienales: la Bienal de Arte de Venecia, uno de los eventos más importantes del panorama internacional del arte contemporáneo, que este año rinde homenaje a Leonora Carrington y a toda una genealogía de pintoras surrealistas del siglo XX. La Biennale lleva celebrándose cada dos años (con varias interrupciones por fuerza mayor, como las guerras mundiales o la actual pandemia), sosteniendo un modelo de exposición que consiste en una muestra central, dividida entre las sedes de los Giardini y Arsenale y toda una serie de pabellones en los que cada país muestra una propuesta particular, al modo de las grandes ferias internacionales y universales.

En esta 59ª edición de la Bienal, España celebra 100 años de su pabellón, construido en 1922 en la entrada de los Giardini. Y de forma totalmente casual, como afirma su autor, Ignasi Aballí (Barcelona, 1958), el artista seleccionado para representar a España, se ha querido corregir su ubicación con respecto a los otros pabellones. Cuenta Aballí que fue mirando los planos del recinto ajardinado cuando reparó en el error: el pabellón español está ligeramente desviado en comparación a las vecinas Bélgica y Países Bajos, por lo que, en lo que parecía ser un sencillo gesto, decidió enmendar el error y corregir diez grados la localización del edificio, para así situarlo “en paralelo” con nuestros vecinos europeos.

A escasos minutos a pie de los Giardini, en el islote de San Pietro di Castello, encontramos la propuesta de Catalonia in Venice, que desde 2009 el Institut Ramon Llull organiza de manera paralela a la exposición central y participaciones nacionales de la Bienal. En esta ocasión, se seleccionó el proyecto LLIM (Limo), de la artista Lara Fluxà (Palma de Mallorca, 1985), comisariado por Oriol Fontdevila. La propuesta catalana explora la dimensión ecológica del espacio expositivo y su entorno a través de una instalación que extrae agua de los canales de Venecia para transportarla a través de las piezas de vidrio que se exhiben en su interior.

bienal_2

Vista de LLIM. Foto: Frederic Montornès. Cortesía de Institut Ramon Llull

¿Qué tienen en común ambas propuestas, además de ser muestras individuales de artistas procedentes de España? Tanto Corrección como LLIM se vinculan con la extensa lista de pabellones y exposiciones que han usado el espacio arquitectónico y geográfico de la Bienal como el eje sobre el que “giran” (en el caso de la primera) o “fluyen” (en el caso de LLIM) las ideas y discursos. Pero, como veremos a continuación, cada una revisa el site-specific (*) desde diferentes posiciones y a través de distintas estrategias.

El proyecto seleccionado para representar a España en la Bienal consiste en una reconstrucción a escala 1:1 del pabellón, pero con una disposición ligeramente desviada para, como indica el título, corregir el aparente error de ubicación del edificio con respecto a los pabellones de Bélgica y Países Bajos. Este “sencillo” gesto da lugar a toda una serie de consecuencias espaciales, como la generación de nuevos espacios, la pérdida de otros, esquinas poco funcionales o elementos del nuevo pabellón que no caben dentro del original. Además, como menciona Bea Espejo, la comisaria de la muestra, Corrección despliega otras connotaciones simbólicas – ¿Debe España ponerse a la altura de sus vecinos europeos? ¿Por qué corregir la localización del edificio después de 100 años, cuando ya se había dado por buena? ¿Será una crítica al propio modelo de representaciones nacionales de Venecia, tantas veces discutido?

Como vemos en el caso de Aballí, emplear la arquitectura del espacio expositivo como el centro de la propuesta artística conlleva una serie de variables –simbólicas y no tan simbólicas- que afectan al espacio que existe más allá de las puertas que separan la exposición del mundo exterior. Y en este ejercicio de explorar el entorno inmediato del espacio expositivo, Lara Fluxà toma como principal sujeto dos de los elementos más distintivos de la ciudad de Venecia: el agua y el vidrio. Como comenta Fontdevila, podría trazarse una relación entre la ambigüedad material del vidrio y su capacidad de pasar de un estado líquido a uno sólido con la situación ambiental de Venecia, una ciudad construida sobre los sedimentos de una laguna cuya agua constituye precisamente su principal amenaza. De esta forma, LLIM plantea un diálogo con el ecosistema veneciano, a través de una instalación en la que una serie de bombas sustraen el agua del canal adyacente al pabellón, para transportarlo hacia el interior, donde se han dispuesto una serie de esculturas de vidrio donde el agua, gracias a la gravedad y a un sistema de válvulas, va circulando por el espacio.

Mientras el líquido elemento realiza su recorrido por las piezas de Fluxà, se depositan a la vez los residuos del canal, entre los que se encuentra el limo que da título a la muestra. Este limo es el sedimento de los nueve ríos que formaron originalmente la laguna de Venecia, los cuales en el siglo XV se desviaron artificialmente para facilitar la navegación, lo cual provoca que en la actualidad no esté llegando suficiente limo a la ciudad, resultando en una erosión de sus cimientos. La exposición extrae los restos de limo o sedimento presentes en el agua del canal, planteando, de esta forma, un organismo compuesto por los residuos subterráneos y acuáticos de Venecia. Un organismo que irá transformándose a lo largo de los siete meses que dura la muestra.

Vista de LLIM. Foto: Frederic Montornès. Cortesía de Institut Ramon Llull

Mientras que LLIM se vincula con el pasado remoto de Venecia, la propuesta de Aballí para España nos sitúa de nuevo en el presente para reflexionar sobre la dimensión turística de Venecia. Un segundo proyecto, ubicado en el exterior del pabellón, propone corregir esta visión de la ciudad como uno de los mayores destinos turísticos del mundo, que cada dos primaveras ve incrementado todavía más su número de turistas con la llegada de comisarios, periodistas, coleccionistas o demás profesionales del arte que acuden a visitar la Bienal. Ante esta masificación de la ciudad y del evento artístico, han editado, en colaboración con Caniche, siete libros de artista a modo de guías de viaje. Cuando llega al pabellón de España, el público se encuentra con el primero de los libros, que dispone un mapa de la ciudad en el que se han repartido las otras seis publicaciones en distintos rincones de Venecia. Desde el kiosko que te encuentras nada más salir de los Giardini, a una librería que solo vende libros sobre Venecia o una clásica droguería, desconocida para el gran público, las seis son localizaciones con las que el artista vincula algunas de sus principales preocupaciones como artista. De esta forma, se invita a estirar los escasos minutos que uno, por regla general, dispone para visitar un pabellón de la bienal, ofreciendo un recorrido más pausado y una temporalidad abierta.

bienal_4

Ignasi Aballí, Inventario. Cortesía del artista, Caniche y AECID

Si Aballí y Espejo nos invitan a aventurarnos a través de los rincones menos conocidos de la ciudad, Fluxà y Fontdevila sitúan el proyecto en una problemática también desconocida, como es la falta de sedimento en su subsuelo, dialogando con Venecia, desde su pasado al presente. Pero lo hacen con la colaboración del grupo de activistas We Are Here Venice, que durante la fase de investigación del proyecto, ha aportado documentación sobre este asunto medioambiental. Fundado en 2015 por Jane da Mosto, la organización centra su línea de acción en la conservación de la ciudad de Venecia como una ciudad viva, promoviendo proyectos que puedan traer un cambio ecológico y social en la ciudad de los canales. Esta colaboración con We Are Here Venice manifiesta la intención de situar, como comenta Fontdevila aludiendo al concepto de conocimiento situado de Donna Haraway, a la exposición en un contexto ecológico, social y político parcial y concreto al mismo tiempo.

Pese a las evidentes diferencias entre ambas propuestas, podemos atisbar una intención clara en Corrección y LLIM: trabajar con y a través del espacio expositivo, prestando especial atención a todos los elementos que lo constituyen y rodean, es decir, sus dimensiones arquitectónicas, ambientales, históricas, sociales o políticas. De esta forma, las muestras que representan a España y Cataluña en la Bienal de Venecia desbordan, como el agua que inunda las calles venecianas durante el acqua alta, las paredes de la sala de exposiciones.

(*) El término site-specific alude a proyectos artísticos que se desarrollan considerando las particularidades del espacio donde se exponen.

 

[La sección #Focus aborda con mayor profundidad algunas de las exposiciones y eventos más interesantes del panorama nacional e internacional.]