El 4 de marzo se inaugura en Tate Britain la exposición Ruin Lust, un recorrido por algunos de los distintos acercamientos a la ruina que pueden rastrearse a lo largo y ancho de la historia del arte desde el siglo XVII hasta hoy. Sus comisarios -el escritor y crítico Brian Dillon junto con Emma Chambers y Amy Concannon- sitúan el arranque de este recorrido en mitad de la locura por la ruina que se desató en la cultura británica del siglo XVIII. Entre otras, las obras de J. M. W. Turner y John Constable destacan como el claro inicio de este viaje en busca de la ruina, un primer viaje a través de campos ingleses que marca el patrón de la inevitable atracción que heredaron la mayoría de las piezas seleccionadas para esta exposición.
Y en contraste con el silencio de la ruina pintoresca que se busca en la naturaleza, la ruina escandalosa de la civilización de las escenas apocalípticas de John Martin. La imagen de la ciudad devastada adquiere tono político y despliega toda su retórica como un último aviso antes del castigo, antes del juicio final. En el pequeño grabado de Gustave Doré The New Zealander (1872) sobresale entre los edificios de Londres la cúpula arruinada de la Catedral de San Pablo, una imagen que presagió lo que tendrían que ver tiempo después quienes vivieron los bombardeos del Blitz sobre la ciudad inglesa. Esta ruina real, presente, también aparece pintada en obras posteriores a la Segunda Guerra Mundial que se incluyen en este recorrido, como la serie Devastation (1940-1941) de Graham Sutherland.
El viaje en busca de la ruina es un viaje transtemporal, transhistórico, como pretende serlo esta exposición. La fiebre por la ruina ha tenido y sigue teniendo ecos en artistas más allá del tiempo del siglo XVIII del que habíamos partido. Por ello, el espacio de esta exposición reserva unas cuantas salas para artistas contemporáneos, como Tacita Dean o Gerard Byrne. Mientras que la instalación fílmica Kodak (2006) de Dean explora la obsolescencia de las formas de representación del arte y la ruina de la imagen misma, la obra de Byrne 1984 and Beyond (2005-2007) plantea el futuro como ruina, el vaticinio fallido del tiempo por venir desde la ciencia ficción de los años sesenta, aquella que fantaseaba con el año 2000 -o, como en este caso, con el año 1984. Así, la búsqueda de la ruina a través del tiempo de la que hablan los comisarios de Ruin Lust lleva sus ecos incluso más allá del tiempo presente.
Imagen: Jane and Louise Wilson. Azeville, 2006. Tate ©Jane and Louise Wilson, courtesy 303 Gallery, New York.

El 4 de marzo se inaugura en Tate Britain la exposición Ruin Lust, un recorrido por algunos de los distintos acercamientos a la ruina que pueden rastrearse a lo largo y ancho de la historia del arte desde el siglo XVII hasta hoy. Sus comisarios -el escritor y crítico Brian Dillon junto con Emma Chambers y Amy Concannon- sitúan el arranque de este recorrido en mitad de la locura por la ruina que se desató en la cultura británica del siglo XVIII. Entre otras, las obras de J. M. W. Turner y John Constable destacan como el claro inicio de este viaje en busca de la ruina, un primer viaje a través de campos ingleses que marca el patrón de la inevitable atracción que heredaron la mayoría de las piezas seleccionadas para esta exposición.
Y en contraste con el silencio de la ruina pintoresca que se busca en la naturaleza, la ruina escandalosa de la civilización de las escenas apocalípticas de John Martin. La imagen de la ciudad devastada adquiere tono político y despliega toda su retórica como un último aviso antes del castigo, antes del juicio final. En el pequeño grabado de Gustave Doré The New Zealander (1872) sobresale entre los edificios de Londres la cúpula arruinada de la Catedral de San Pablo, una imagen que presagió lo que tendrían que ver tiempo después quienes vivieron los bombardeos del Blitz sobre la ciudad inglesa. Esta ruina real, presente, también aparece pintada en obras posteriores a la Segunda Guerra Mundial que se incluyen en este recorrido, como la serie Devastation (1940-1941) de Graham Sutherland.
El viaje en busca de la ruina es un viaje transtemporal, transhistórico, como pretende serlo esta exposición. La fiebre por la ruina ha tenido y sigue teniendo ecos en artistas más allá del tiempo del siglo XVIII del que habíamos partido. Por ello, el espacio de esta exposición reserva unas cuantas salas para artistas contemporáneos, como Tacita Dean o Gerard Byrne. Mientras que la instalación fílmica Kodak (2006) de Dean explora la obsolescencia de las formas de representación del arte y la ruina de la imagen misma, la obra de Byrne 1984 and Beyond (2005-2007) plantea el futuro como ruina, el vaticinio fallido del tiempo por venir desde la ciencia ficción de los años sesenta, aquella que fantaseaba con el año 2000 -o, como en este caso, con el año 1984. Así, la búsqueda de la ruina a través del tiempo de la que hablan los comisarios de Ruin Lust lleva sus ecos incluso más allá del tiempo presente.

Imagen: Gustave Doré. The New Zealander, 1872.