OPINIÓN

En noviembre de 1929, Lillie P. Bliss con 65 años quedó a comer con unas amigas, Abby Aldrich Rockefeller y Mary Quinn Sullivan, para discutir la necesidad de abrir un museo público de arte contemporáneo en Nueva York. De eso hace menos de un siglo, y en el skyline de Nueva York no destacaba ninguno de los museos por los que hoy es conocida como el centro del arte internacional. Ni el MoMA, ni el Metropolitan, ni el Whitney, ni por supuesto ninguna de las galerías, centros de arte y toda la estructura que hoy conocemos, admiramos y envidiamos. Un año después de esta comida Lillie, Mary, Abby y algunas chicas más de la época, inauguraban el Museum of Modern Art, más conocido como MoMA.
La historia del arte necesita urgentemente un reseteado, es imprescindible recordar, y no se trata de hacerle una exposición post mortem a una mujer que fue ignorada durante su vida, excluida de los libros de historia. No, se trata de saber cómo fueron de verdad los inicios de esta bola de fuego que tenemos hoy en nuestras manos. Y no hace falta remontarse a los orígenes del mundo, basta con ir de museos por Nueva York para preguntarse cómo surgió todo este movimiento artístico.

Puedes comprar solamente este artículo aquí